
Floreana, ubicada al sur del archipiélago, es la más pequeña de las islas habitadas de Galápagos, pero sin duda la que posee la historia de asentamiento más variada y fascinante. Se han escrito varios libros al respecto, a los cuales haremos referencia más adelante. A continuación, queremos ofrecerle un resumen de los acontecimientos más emocionantes ocurridos en Floreana.
Descubrimiento y primeros intentos de colonización
Tras el descubrimiento de la isla en 1535 por Tomás de Berlanga, Floreana fue utilizada por piratas como escondite y lugar de anclaje durante el siglo XVII. Dos manantiales de agua dulce en el interior de la isla fueron la razón por la cual los marineros se quedaban o incluso se establecían allí por más tiempo.
En el siglo XVIII, llegaron los balleneros ingleses. Ellos establecieron una especie de “oficina de correos” que aún hoy es utilizada por los turistas: los marineros depositaban sus cartas en un barril de madera que servía como buzón, y recogían aquellas cuyo destinatario vivía cerca de su próximo puerto. De esta forma, el correo se entregaba en mano y, por supuesto, a menudo con un retraso considerable.
Hoy en día, los viajeros pueden enviar sus saludos de manera similar. Probablemente, las cartas y postales ahora lleguen un poco más rápido.

Los ecuatorianos llegaron por primera vez a la isla alrededor de 1830 con el objetivo de establecer una colonia penal. Sin embargo, debido a la disponibilidad poco confiable de agua dulce —ya que las dos fuentes dependían en gran medida de las lluvias—, el campamento no pudo mantenerse por mucho tiempo.
Los colonos noruegos construyeron una fábrica de conservas de pescado hacia 1924, pero este proyecto tampoco duró mucho.
Población por abandono alemán
Cuatro años más tarde, llegaron desde Alemania los primeros colonos alternativos: el algo excéntrico dentista berlinés Friedrich Ritter y la maestra Dore Strauch. Ambos habían dejado a sus respectivos cónyuges en Alemania para comenzar una nueva vida, alternativa y en común. Establecieron una pequeña finca de una hectárea, de la cual buscaban vivir de manera autosuficiente.
Friedrich Ritter se hizo conocido por haberse mandado extraer todos los dientes antes de su viaje a Galápagos, con el fin de evitar problemas dentales en un país extranjero. Según las anotaciones del propio Ritter, la pareja rechazaba fundamentalmente la civilización occidental y seguía diversas corrientes filosóficas, entre ellas el misticismo, las ideas de Nietzsche y Lao-Tsé, así como movimientos de reforma de vida.
De acuerdo con algunos testimonios, Friedrich Ritter se volvió repetidamente violento con su pareja, quien además ya sufría importantes limitaciones físicas debido a su esclerosis múltiple.
En 1932, el matrimonio Kölln, Heinz y Margret Wittmer, llegó a Floreana junto con Harry, el hijo enfermizo de Heinz. Margret Wittmer estaba embarazada y dio a luz a Rolf Wittmer —la primera persona nacida en Galápagos— en una cueva.
Hoy en día, dicha cueva es uno de los lugares turísticos que se pueden visitar en Floreana.

Cuatro años más tarde, tuvo una hija, Floreana Ingeborg. Hoy, los descendientes de Wittmer poseen un hotel en Floreana y varios cruceros.
La autoproclamada baronesa austríaca Eloise Wagner de Bousquet, quien más tarde llegó a llamarse a sí misma la Emperatriz de Galápagos, llegó aproximadamente al mismo tiempo que la familia Wittmer.
Dos alemanes, que al parecer eran ambos sus amantes, viajaban con ella. Sin embargo, la mayoría de sus acompañantes abandonaron la isla poco tiempo después. El objetivo de la baronesa era construir un complejo hotelero para turistas estadounidenses, razón por la cual había traído consigo una gran cantidad de materiales de construcción.
No obstante, el proyecto fracasó. Aun así, la baronesa promocionaba su alojamiento llamado “Hacienda Paradiso”, que en realidad no era más que una choza de latón. A pesar de ello, especialmente estadounidenses adinerados seguían sintiéndose atraídos por la isla, que ya se había hecho famosa por sus peculiares habitantes. Incluso traían regalos para los colonos.
Entre los visitantes se encontraba el millonario John Hancock, cuya embarcación también transportaba al científico John S. Garth, quien realizó extensas filmaciones en Floreana.
El romance de las Galápagos
Con el tiempo, la baronesa cometió repetidamente actos de violencia contra los demás colonos, al reclamar la isla como propiedad suya. Controlaba los suministros que traían consigo y el tráfico de correspondencia de los otros habitantes. En ocasiones incluso usaba la fuerza armada contra nuevos inmigrantes y llegó a herir gravemente a algunos de ellos. Tampoco mostraba consideración hacia sus propios acompañantes.
Los acontecimientos llegaron a un punto crítico en 1934, en el llamado «Asunto Galápagos»: uno de los amantes de la baronesa, Rudolf Lorenz, se encontraba en mal estado de salud y fue cada vez más tratado como sirviente y chivo expiatorio, sufriendo constantes abusos y humillaciones por parte de la propia baronesa y de su otro compañero, Robert Philippson. La situación llegó a tal extremo que Lorenz tuvo que buscar refugio con los Wittmer, o incluso planeó abandonar la isla, ya que temía por su vida.
Mucho de lo que ocurrió a continuación es objeto de especulación. Lo cierto es que Eloise Wagner y Philippson desaparecieron sin dejar rastro, y Lorenz vendió posteriormente todas las pertenencias de la baronesa a Ritter y a la familia Wittmer. Junto con el pescador noruego Trygve Nuggerud, Lorenz zarpó hacia Santa Cruz con la intención de continuar hasta San Cristóbal y regresar a Europa desde allí.
Sin embargo, algo ocurrió durante la travesía de Santa Cruz a San Cristóbal, ya que la embarcación nunca llegó a su destino. Sus cuerpos fueron encontrados meses después en la pequeña isla de Marchena, pero el bote nunca volvió a aparecer.
Mientras tanto, Friedrich Ritter murió en Floreana, supuestamente como consecuencia de un envenenamiento por carne. ¿O fue envenenado intencionadamente por Dore Strauch? Probablemente nunca lo sabremos. Strauch regresó a Alemania en diciembre de 1934.

Los acontecimientos acapararon titulares en todo el mundo y fueron relatados por varias personas. Por ejemplo, por la propia Margret Wittmer en su libro “Floreana: A Woman’s Pilgrimage to the Galapagos”.
El autor británico John Treherne, quien también era entomólogo, conoció estos sucesos durante su estancia de investigación en Galápagos. En su libro “Lost in Paradise”, intentó explicar y esclarecer el llamado “Asunto Galápagos” con la mayor precisión posible, basándose en una extensa investigación y entrevistas con testigos presenciales.
Hasta qué punto logró su propósito es difícil de demostrar, pero sin duda se trata de una lectura apasionante.
¿Siente curiosidad por la isla de Floreana? Conózcala en un crucero, por ejemplo, después de su viaje a Ecuador. ¡Estaremos encantados de ayudarle con la planificación!