
El cacao ha sido conocido y utilizado durante siglos por las culturas indígenas de América del Sur y Central, como los mayas y los aztecas, quienes lo consideraban un alimento sagrado. En 1502, Cristóbal Colón vio por primera vez granos de cacao durante uno de sus viajes al continente americano. Pensando que se trataba de almendras, no les prestó mayor atención.
Pasaron casi 50 años más hasta que los primeros granos de cacao llegaron a Europa, donde fueron presentados al rey de España. A partir de entonces, el chocolate comenzó a ganar popularidad en la corte y entre la nobleza europea, lo que generó una creciente demanda de su materia prima: el cacao.
La producción y exportación de cacao comenzó a convertirse en un aporte significativo para la economía ecuatoriana hacia el año 1780, cuando el territorio aún formaba parte de la Real Audiencia de Quito, bajo dominio colonial español.
Con el tiempo, un pequeño grupo de comerciantes logró consolidar monopolios sobre el comercio del cacao ecuatoriano de exportación, acumulando grandes fortunas. Fue en esta época que surgió una expresión popular que perdura hasta hoy: “él se cree el gran cacao”. Esta frase hacía referencia a aquellos grandes cacaos, como se les llamaba a los comerciantes adinerados que se sentían superiores a los demás.
Este dicho, nacido de la historia económica del país, es un reflejo del impacto social que tuvo el boom del cacao en Ecuador, especialmente en la región costera.

A finales del siglo XIX comenzó el llamado boom cacaotero en Ecuador. Las exportaciones de cacao crecieron de manera vertiginosa: pasaron de 372.433 quintales en 1880 a 578.626 quintales en 1899. Para 1895, ya existían más de 58,6 millones de árboles de cacao en el país, y solo una década después, la cifra ascendía a 80 millones de plantas.
Entre 1894 y 1913, Ecuador se consolidó como el mayor exportador de cacao del mundo, llegando a representar el 13 % de la producción mundial y el 70 % de las exportaciones nacionales. Esta etapa de bonanza económica transformó profundamente la costa ecuatoriana, especialmente regiones como Guayaquil y Los Ríos, donde el cacao se convirtió en el motor del desarrollo agrícola y comercial.
El boom del cacao fue un pilar fundamental en la conformación de la economía ecuatoriana y del sistema bancario nacional. En Guayaquil, ciudad portuaria clave para la exportación del cacao, surgió una nueva clase alta que impulsó el desarrollo urbano, atrajo inversionistas extranjeros y transformó profundamente la región costera.
Fue durante esta época que se acentuó la histórica rivalidad entre Guayaquil y Quito. Mientras la nueva élite costeña se caracterizaba por un pensamiento más liberal y crítico, la aristocracia serrana, conformada principalmente por terratenientes de haciendas, mantenía una fuerte lealtad a la Iglesia Católica y un perfil más conservador. Esta diferencia ideológica y económica marcó profundamente la identidad de ambas ciudades.
Hasta el día de hoy, Guayaquil conserva su posición como capital financiera del Ecuador, y aunque la rivalidad con Quito ha perdido peso político, todavía se manifiesta de forma simbólica, especialmente durante los clásicos del fútbol nacional.
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