
Tránsito Amaguaña fue una de las líderes indígenas más importantes del Ecuador, y hasta el día de hoy es recordada y homenajeada por su valentía y compromiso.
Nació el 10 de septiembre de 1909, cerca de Cayambe. Sus padres vivían y trabajaban en una hacienda. Lo hacían para los propietarios, y como parte del sistema, se les asignaba una pequeña parcela de tierra para su uso personal, generalmente en zonas poco fértiles o en laderas empinadas.
Este sistema se conocía como “huasipungo”, un modelo ampliamente utilizado para mantener a la población indígena local sujeta a las haciendas. Las familias indígenas eran obligadas a trabajar los siete días de la semana, y su remuneración era muy escasa o, en muchos casos, inexistente.
Tránsito recuerda más tarde:
“En esos tiempos nunca veíamos dinero. Nada. Solo cuando realmente no teníamos absolutamente nada, nos daban una pequeña ayuda. Un año un saco de cebada, otro año un saco de papas, otro un saco de trigo. Y a las mujeres, un rebozo y doble maltrato… por cualquier cosita, golpes y latigazos. Allí mismo, en la hacienda, tenían una especie de sistema de justicia, cárcel, lo tenían todo. Los campesinos no tenían forma de protestar.”
Fue testigo del abuso constante incluso dentro de su propia familia: su tía, Patricia Amaguaña, fue condenada a muerte por el dueño de la hacienda porque se le murió un ternero.
La vida de Tránsito
Tránsito comenzó a trabajar en la hacienda cuando tenía diez años. Su madre la había enviado a la escuela a los nueve años, porque no quería que su hija creciera siendo analfabeta.
Sin embargo, después de tan solo seis meses, Tránsito tuvo que dejar la escuela y comenzó a trabajar como sirvienta para el dueño de la hacienda.
A los 14 años, su madre la obligó a casarse con un hombre mayor para evitar que fuera víctima de violación por parte de los hombres de la familia del hacendado. Un año después, tuvo a su primer hijo.
Su esposo era alcohólico y violento. No quería que Tránsito asistiera a reuniones políticas y llegó al extremo de asesinar a su primer hijo, acusándola falsamente de haberlo tenido con otro hombre.
A los 21 años, Tránsito logró finalmente separarse de él y se hizo cargo de sus dos hijos sobrevivientes, asumiendo sola su crianza.
Su activismo político
Tránsito Amaguaña comenzó su activismo político a una edad temprana. En la carretera recién construida que conectaba Quito con Ibarra, empezaron a llegar activistas socialistas. En reuniones clandestinas, comenzaron a organizar sindicatos agrícolas.
Fue entonces cuando Tránsito se unió al Partido Comunista, según sus propias palabras, por “hambre y maltrato”. Para ella, valía la pena, incluso si eso significaba ser excluida de la Iglesia Católica, cuyos sacerdotes —afirmaba— estaban siempre del lado de los terratenientes.
Cuando los sindicatos estuvieron organizados, se dirigieron a las tres haciendas de la zona y presentaron sus demandas a los propietarios:
Que se aumenten los salarios.
Que la jornada laboral se limite hasta el día sábado.
Que la jornada de trabajo sea únicamente de ocho horas.
Que el trabajo obligatorio y el trabajo voluntario (faena) no se realicen el mismo día.
Que los propietarios devuelvan la parcela de tierra (huasipungo).
Que se eliminen los impuestos a la Iglesia y a los terratenientes.
Que se aboliera el trabajo doméstico forzado.
“Y nos declaramos en huelga. ¡Y vea! ¡No fuimos a trabajar!”, contaría Tránsito más adelante. La huelga comenzó en enero de 1931 y se extendió hasta marzo.
Los terratenientes pidieron ayuda al gobierno, y fue así como llegó el ejército buscando a los líderes. Una de ellas fue Mercedes Alba, la madre de Tránsito. Ella los recibió de pie, frente a su casa, y fue testigo de cómo la destruían.
“Llegaron los soldados. Cincuenta en cada hacienda. Destruyeron casas y arrestaron a los dirigentes, los amarraban y los golpeaban.”
Ese mismo año, 1931, los pueblos indígenas intentaron organizar el primer Congreso Nacional Indígena, pero el gobierno envió tropas para cerrar los caminos y asegurarse de que la reunión no se llevara a cabo.
Aun así, con el apoyo de los sindicatos ecuatorianos y la presión de los campesinos, se lograron establecer ciertas regulaciones para el trabajo agrícola, las cuales fueron incorporadas en el Código del Trabajo (1936) y en la Ley de Comunas (1937).
No obstante, dichas normativas casi nunca se aplicaban en la práctica, por lo que la lucha por la justicia continuó.
Desde el inicio, las mujeres desempeñaron un papel protagónico en el movimiento. En especial Tránsito Amaguaña y su compañera Dolores Cacuango sabían cómo hablarle a la gente y cómo inspirarla a unirse a su causa.
Tránsito vivió aproximadamente 15 años en la clandestinidad. Durante ese tiempo, viajó en numerosas ocasiones a Quito. Así lo recuerda:
“Íbamos a pie, descalzas. Dormíamos en Cayambe. Desde allí salíamos a las tres de la madrugada, y al mediodía ya estábamos en Guayllabamba. Nos lavábamos los pies en un arroyo y seguíamos. Dormíamos en Calderón, y por la mañana íbamos a las audiencias. Nos quedábamos en Quito cinco días, ocho días, hasta un mes.”
En 1941, el trabajo y las luchas de los años anteriores dieron como resultado la fundación de la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), creada por varios líderes indígenas con el apoyo del Partido Comunista.
Un día llegaron a buscar a Tránsito Amaguaña. Al principio pensó que las personas en su casa querían obligarla a trabajar para ellos, pero en realidad venían desde Quito para llevarla a hablar ante el Congreso.
Ella recuerda:
“Grité, primero en español, luego en kichwa, que la Ley sea justa, para los blancos, para los ricos, para los pobres. Que no se aparte a los indios. Que el trabajo sea igual para todos. Que haya amistad, que trabajemos con cariño.”
Sus éxitos
La Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) logró importantes avances gracias a la lucha colectiva de sus miembros. Entre sus principales conquistas se encuentran:
Compensación por las casas destruidas durante las represiones de años anteriores.
Aumento de salarios para los trabajadores agrícolas.
Abolición del trabajo doméstico forzado en las haciendas.
Uno de los logros más simbólicos fue la eliminación del impuesto obligatorio a la Iglesia, conseguido gracias a la valentía de Tránsito Amaguaña. Ella misma relató:
“Fuimos donde el cardenal Carlos María de la Torre y le preguntamos: ¿cómo puede el padre quitarle a los pobres? El padre no trabajaba en absoluto y se llevaba una hilera por cada diez hileras de maíz, de papa o de lo que fuera. – ‘Está bien, está bien, será voluntario’, dijo el Cardenal.”
Por su activismo incansable, Tránsito Amaguaña fue encarcelada en dos ocasiones. Una de ellas ocurrió en la década de 1960, cuando regresaba de un viaje a Cuba y la Unión Soviética, donde había representado a los sindicatos agrícolas del Ecuador.
A pesar de la represión, nunca dejó de luchar por los derechos de los pueblos indígenas y campesinos, convirtiéndose en una voz firme frente a las injusticias del sistema.
Tránsito siguió luchando durante toda su vida, y finalmente recibió reconocimiento oficial y elogios por su incansable labor.
En el año 2003, fue galardonada con el Premio Nacional Eugenio Espejo, otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, en reconocimiento a su invaluable aporte a la justicia social, la equidad y la dignidad de los pueblos indígenas.
Tránsito Amaguaña falleció el 10 de mayo de 2009, a pocos meses de cumplir 100 años. Su legado fue tan significativo que el propio Presidente del Ecuador asistió a su funeral, rindiéndole homenaje como una de las grandes luchadoras sociales del país.
Si desea conocer más sobre la vida en el Ecuador antes de su independencia, le invitamos a leer nuestro artículo en el blog: La Primera Gesta de Independencia. Allí encontrará información valiosa sobre cómo era la sociedad colonial y los primeros movimientos que marcaron el camino hacia la libertad.
Información y citas tomadas de: Rodas Morales, Raquel (2007). Tránsito Amaguaña: Su testimonio. Quito: COMISIÓN NACIONAL PERMANENTE DE CONMEMORACIONES CÍVICAS.