El último artículo trataba de mis experiencias en la región de la selva tropical durante mi visita a Ecuador este año. Hoy me gustaría informar sobre mi estancia en la costa, donde también conocí algunas cosas nuevas.
Viaje a Manglaralto y excursiones por los alrededores
Como casi todos los años, visité a un par de amigos que viven en las afueras de Manglaralto. El tranquilo pueblo está situado directamente en la costa, un poco al sur de Montañita. Debido al estado de emergencia, apenas perceptible pero aún vigente, me aconsejaron tomar el autobús durante el día. Lo bueno era que se podía admirar el paisaje cambiante. Pero el viaje duraba tanto más que el autobús nocturno que personalmente no se lo recomendaría a nadie.
Si participa en una visita guiada o viaja en un coche de alquiler, una escala con pernoctación, por ejemplo en Mindo o Quilotoa, es una buena idea, dependiendo de la ruta que elija y de la ciudad costera a la que se dirija.
Mi viaje también fue un poco más largo porque las carreteras sufrieron bastante por toda la lluvia. Este año hubo muchas inundaciones y lluvias torrenciales debido al fenómeno de El Niño. Como esa noche no había autobús desde la ciudad de Jipijapa hasta Manglaralto, tuve que buscar alojamiento espontáneamente. Al final llegué a casa de unos amigos en Manglaralto para desayunar a la mañana siguiente.
Más tarde, nos dirigimos al pueblo pesquero de Ayangue, situado en una bahía. No me gusta nadar en el mar porque no me gustan las olas. Pero aquí las aguas son tranquilas, cálidas y transparentes, absolutamente maravillosas.
Cuando el sol se puso un poco fuerte y empezamos a tener hambre, comimos cada uno un plato típico de la costa: encebollado, una sopa picante de pescado con cebolla y yuca, y corviche, que consiste en una masa hecha de plátano verde, pescado y especias que se fríe.
Pasamos la tarde bebiendo zumo fresco de piña en la playa de Manglaralto y viendo cómo se ponía el sol.
A la mañana siguiente, tomamos un desayuno fuerte en Montañita y paseamos por el antiguo pueblo de pescadores, que ahora se ha convertido en un lugar de fiesta, al menos por la noche. Durante el día, es agradable pasear por las calles, algunas de ellas decoradas con colores vivos, con sus numerosas tiendas, restaurantes, cafés y hoteles.
Nos despedimos hacia el mediodía y continué mi viaje hacia el norte. Mi destino era la zona de Pacoche, entre San Lorenzo y Manta.
El bosque costero de Pacoche
El viaje duró unas 3 horas con un cambio en Puerto López. Me bajé en mi alojamiento, que estaba en la carretera principal pero rodeado de un denso bosque costero. Tras instalarme rápidamente en mi habitación del hermoso edificio de bambú, conduje hasta San Lorenzo para comer algo.
Esto resultó más difícil de lo esperado, ya que incluso los restaurantes de este bonito pero algo adormilado pueblo pesquero a las 5 de la tarde. Pero aún así pude encontrar una ración de patacones con queso. Como tenía muchas cosas planeadas para el día siguiente, me acosté temprano.
A la mañana siguiente, desayuné los patacones que me quedaban y me dirigí a la entrada de la reserva, que estaba a sólo unos cientos de metros de mi alojamiento. Como esta reserva forma parte de una gran zona protegida (Refugio de Vida Silvestre y Marino Costera Pacoche) pero es de gestión privada, hay que pagar entrada. A cambio, sin embargo, le acompañará un guía experimentado. Por desgracia, sólo se podía acceder a la primera mitad del sendero debido a un corrimiento de tierras. No obstante, pude ver gran parte de la flora y fauna de la zona. Curiosamente, aquí hay muchas plantas que también se pueden encontrar en la región de la selva tropical. Pero había más mosquitos que en la selva tropical. Habría sido insoportable sin repelente de insectos.
El momento culminante de la excursión fue cuando pudimos observar un grupo de monos aulladores en los árboles, al final del tramo transitable del sendero. También había algunos animales jóvenes entre ellos.
Al borde de un arroyo, el guía me llamó la atención sobre una rana diminuta que incluso llevaba a sus crías a cuestas (aunque yo no habría sido capaz de identificarla como tal).
En el camino de vuelta, vi algunas lagartijas de colores escabulléndose entre los arbustos, y pudimos observar algunos pájaros.
Aunque la excursión en sí no es especialmente larga ni muy extensa, puedo recomendarla a cualquiera que quiera aprender más sobre la selva costera y observar monos y otros animales a relativamente corta distancia.
Pueblos costeros cerca de Pacoche
Tras visitar la reserva, tomé taxis compartidos hasta la playa de Santa Marianita, que me había recomendado mi colega Diego. El pueblo está a sólo unos minutos en coche de Manta y es un destino popular entre los habitantes de la ciudad. En los últimos años, se han construido aquí muchas nuevas y elegantes casas de veraneo y vacaciones. Como aquí hace mucho viento, el lugar es popular para practicar kitesurf.
Playa y faro de San Lorenzo
La verdad es que estaba bastante agotada por todas las impresiones y el calor. Pero tenía muchas ganas de volver a ver bien San Lorenzo, sobre todo su amplia playa. También había oído algo sobre un faro. Así que hice acopio de energía una vez más y me dirigí a la ciudad. Caminé por la playa hasta el pie de la colina con el faro.
Al principio de los escalones de subida, un cartel indicaba que el ascenso y el descenso durarían en total 50 minutos. Ya eran más de las 5 de la tarde, pero acepté el reto. Aunque la temperatura había refrescado un poco entretanto, no se notaba en la colina. El camino también era un poco aventurero, ya que algunos escalones faltaban o estaban medio rotos. Sin embargo, el esfuerzo mereció la pena. Sudando y resollando y después de algunos descansos, que también aproveché para hacer fotos, llegué al faro. Las vistas sobre la bahía de San Lorenzo y la costa eran sencillamente impresionantes.
Creo que San Lorenzo podría convertirse en uno de mis nuevos lugares favoritos de la costa. Bajé rápidamente, ya que quería volver a mi alojamiento a ser posible de día. Sólo había tardado unos 30 minutos en total.
La visita al faro fue un final algo agotador pero muy gratificante para mi recorrido costero. Al día siguiente volvería a pasar mucho tiempo en los autobuses para llegar a mi siguiente destino: Mindo.
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